David J. Varea Fernández
Una de las labores más desconocidas que pasa desaparcibida para el devoto o el espectador en general, pero que, sin embargo, resulta cotidiana en los quehaceres del mundo oculto de las cofradías es el singular arte de vestir imágenes. Hoy día quizás goce de mayor reconocimiento que en otros tiempos merced a la ardua labor divulgativa que se lleva a cabo a través de las publicaciones y en la época actual, también gracias a internet. Mientras que los imagineros, entalladores, orfebres, bordadores, músicos, etcétera, siempre han gozado en mayor o menor medida de un lugar destacado en la historia de las hermandades y cofradías, los encargados de "completar" la obra escúltorica del imaginero con sus sensibilidad y buen gusto apenas han gozado del mínimo reconocimiento de los investigadores e incluso de los cofrades, pasando prácticamente desapercibidos a pesar de realizar una faceta íntima de la religiosidad popular sevillana, a la par que importante.
Nos ceñiremos al estudio de los atavíos de las dolorosas por poseer mayor complejidad y sobre todo importancia, dada las características de las imágenes marianas de candelero.
RESEÑA HISTÓRICA
Las primeras noticias que nos hablan de qué manera se vestían las Dolorosas sevillanas nos remontan al siglo XV. Esos primeros e inocentes arreglos se inspiraban en el prototipo impuesto por San Lucas y que se venera en la Iglesia de Araceli de Roma. El modelo en sí era bastante simple, constando de toca y manto al gusto monjil mientras una mano se apoyaba en el pecho atravesado por las siete espadas de la Profecía del anciano Simeón. De ahí tomaron la referencia los pintores flamencos que a partir del siglo XV reprentarían a la Virgen de esa forma como corroboran las tablas de la época.
Hacia finales del siglo XVI ocurrirá una circunstancia que resultaría muy trascendental. Al parecer, la Reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, encargó al imaginero jienense Gaspar de Becerra la reproducción en imagen de candelero de un lienzo de la Virgen de la Soledad o de las Angustias que la monarca trajo consigo de Francia. Una vez concluida la talla, se vistió con el traje de la Condesa viuda de Ureña, Camarera Mayor de la Reina, exhibiéndose en la Iglesia conventual del Buen Suceso de Madrid. Por esta razón las Vírgenes cuyas advociones sean Dolores, Soledad o Angustias desde entonces suelen vestir de negro, luciendo el atuendo típico de una mujer viuda de la época de Felipe II, en lugar de la indumentaria hebrea que sería la más rigurosamente histórica. En las láminas y estampas devocionales de los Libros de Reglas barrocos las imágenes de este título comenzarán a aparecer ataviadas de negro o en su defecto y dependiendo de la advocación, de azul, y con un sencillo tocado enmarcando el rostro. Asimismo, desde entonces se adopta la costumbre de colocar sobre el pecho de la Virgen un corazón con siete puñales o espadas (Virgen de la Antigua, Siete Dolores y Compasión) en alusión a la profecía sobre los Siete Dolores que traspasarían el alma de María.
En los comedios del siglo XVII una Regla de la Cofradía de la Concepción del convento de Regina decía que, su imagen titular procesionaba "vestida de negro (...) y cubierta con un manto azul y un lienzo blanco en las manos" (1).
Hasta llegar a mediados del siglo XIX no habrían demasiadas variantes en cuanto a los arreglos de las Vírgenes. La práctica totalidad de las dolorosas vestirán enlutadas y el "tocado" se presentará sencillo, sin variaciones ni espacio para la imaginación, en la línea de los tocados monjiles. Por esas fechas comienzan a aparecer algunas piezas como la saya que con el tiempo se convertirán en tradicionales. En este punto habría que definir las tres piezas fundamentales en el atuendo de una dolorosa: el manto, la saya y el tocado. La saya o falda, que puede ser compuesta o enteriza (la compuesta o independiente es a la que estamos acostumbrados), se ciñe a la cintura con un fajín o cíngulo en visible alusión a la virginidad de María. El manto procede del "Misericordia" del medioevo y simboliza el amparo que los hijos buscan en la Madre. Por último, el tocado es la versión sevillana del "schebisim" judío que enmarca el rostro de las mujeres de Nazareth.
HACIA LA EVOLUCIÓN: SURGE EL ESTILO SEVILLANO
Como veremos el magisterio que ejercerán los vestidores hispalenses y su influencia en el resto de Andalucía será rotundo.Como se ha adivinado, el tocado de las vírgenes durante los siglos XVII y XVIII era bastante sencillo, ingénuo, resultando bastante suelto, reduciéndose a un escueto rostrillo anudado al cuello de la imagen. Hacia 1842 las vírgenes mostraban un pecherín postizo al que se prendían joyas y alhajas, costumbre que se mantuvo hasta entrados los años sesenta del siglo XX, aunque sujeto a los cambios de tendencias y modas tan habituales en este arte de vestir imágenes. Esta popular costumbre de exornar a los iconos marianos con collares, alfileres, broches, piedras, etc., se remonta a tiempos pretéritos, lo cual debió trasladarse de manera progresiva a la iconografía dolorosa, "como prueba de la más acérrima devoción filial y como reconocimiento simbólico hacia María por su naturaleza de Reina y esposa mística de Cristo" (2). Esta susodicha costumbre coincidió con el gusto cortesano y de cierta aristocracia local de ceder parte de sus más notables preseas a las imágenes de su devoción para que así las lucieran por las calles en la Semana Santa. Con el tiempo, estos gestos a veces desmesurados como se puede apreciar en algunas fotografías, fue desapareciendo, aunque en los últimos tiempos hemos visto como algunos vestidores tratan de recuperarlo pero con mesura.
Retomando la progresión de los arreglos, hay que decir que a mediados del mismo siglo XIX iría perdiéndose el color negro tan común en los siglos anteriores para dar paso a colores más vistosos como el azul, el morado, el rojo-burdeos o el verde, comenzando a reflejarse en los vestidos y los mantos. En el último cuarto de esta centuria va a aparecer la figura del vestidor por excelencia, la persona encargada de revolucionar el arte de vestir imágenes y en suma el creador de un estilo inigualable. Nos estamos refiriendo a Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Este renombrado bordador, diseñador y adelantado cofrade introducirá una serie de innovaciones de tal creatividad y valentía que marcarían las pautas a seguir, pautas que siguen vigentes después de ciento veinticinco años. Este magistral artista renovó el tocado de forma original y personal, resultando que su disposición otorgó personalidad propia y distinción a la imagen.
En efecto, entre 1877 y 1884, siendo Prioste, vestirá a la Virgen de la Esperanza de San Gil, cambiando sustancialmente y para siempre la forma de su arreglo. Como sabiamente dice el periodista Julio Martínez Velasco, "desde que Juan Manuel la vistió, la Esperanza empezó a ser más Macarena". Nosotros aportaríamos que, desde que Juan Manuel la vistió, la Esperanza dejó de ser lo que era para convertirse desde entonces en la Macarena, la Virgen de todos los sevillanos. La singular Dolorosa empezó a convertirse en esa Imagen Universal que hoy es. Rodríguez Ojeda comenzó por el vestido, sustituyendo la lúgubre saya negra por una de color blanco inmaculado, más vistosa, más ceñida, más femenina. Prosiguió por la incorporación de una armazón de hierro (el pollero) que realzaría los hombros de la imagen a la vez que el manto, recogiéndolo por vez primera en la cintura, ensanchando de esta forma la figura escurrida de la Virgen. Ante el clásico y lúgubre negro del manto, Juan Manuel optó por incorporar el verde "esperanza", lo que le supuso las críticas de los conservadores. Primero creó un tocado de mantilla de blondas muy suelto y vapososo, adivinando los rizos de la frente tan extendidos después, descubriendo la frente y el cuello de la imagen, tapadas hasta entonces debido a las tendencias de la época. Más tarde crearía el maravilloso tocado de tul inspirándose en modelos pictóricos de Velázquez y Murillo, trasladándolo después a la Virgen de la Hiniesta. Este tocado aportó un rostrillo rectangular, asimétrico, muy suelto, despejando aún más la cara de la Virgen hasta entonces semioculta por las gasas decimonónicas y el manto, demostrando una maestría excepcional y una imaginación y creatividad simpares. En resumidas cuentas, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, al igual que hizo con la Semana Santa sevillana (bien dice Martínez Velasco y después de él, otros, que Juan Manuel reinventó la Semana Santa de Sevilla), reavivó el espíritu barroco de nuestras imágenes devocionales que hasta entonces se encontraba oculto tras las rigideces y el eclecticismo neoclásicos. En suma, creó el estilo sevillano de vestir vírgenes.
Clave en esa evolución fue el estilo que le imprimiría Manuel Gamero Díaz a partir de 1928 cuando suplió a Castro. Este discípulo de Juan Manuel introdujo un importante avance en la Macarena al transformar el clásico rostrillo rectangular que lucían la práctica totalidad de las Vírgenes sevillanas, en uno de figura trapezoidal. Esta novedad calará hondo en las futuras generaciones de vestidores, y en concreto en hombres como Juan Pérez Calvo, que por entonces vestía a la Virgen del Dulce Nombre, y Antonio Garduño Navas, ambos, aprendices de Manuel Gamero. Juanito Pérez Calvo sucedió a Gamero y vistió a la Esperanza durante más de veinte años, hasta que, cansado, recomendó a su amigo Antonio Garduño que a su vez era aún más perfecto en el arreglo de la Macarena. En este punto hay que hacer referencia a un hecho importante: en 1933 la Macarena es vestida por vez primera de hebrea. Éste hallazgo también supuso una revolución que con el tiempo se convirtió en toda una costumbre y una seña de identidad de las dolorosas sevillanas y de la cuaresma.
Siguiendo con Pérez Calvo hay que decir que fue el que "alegró" a la Macarena. En 1937 "aclaró" la cara de la Virgen al eliminar la gasa-turbante colocándole el célebre pellizco en la frente, dejándole ver el pelo natural a través de los ángulos del rostrillo.
El célebre pellizco de Pérez Calvo |
Derivado del citado tocado de la Virgen del Valle es el arreglo que Vicente del Río Tejero elaboró en la Virgen de los Dolores de San Vicente, continuado hoy por Juan Carrero Rodríguez. Otro pionero vestidor fue José Persio, aprendiz de Paquito Reina, que imprimió un estilo monjil mediante pliegues rígidos y tensos en la Esperanza de San Jacinto, entre otras dolorosas, aplicando un rostrillo rectangular sin blondas ni volantes. El granadino Francisco Ponce Redondo que vestía a la Virgen de la Palma, a la Soledad de San Lorenzo y, más tarde, a la de las Mercedes, fue el iniciador de la costumbre hoy extendida de cambiar el atuendo de las vírgenes según el tiempo litúrgico.
Fernando Morillo |
Como antes indicamos, Antonio Garduño Navas, inspirado vestidor, comenzó a vestir a la Macarena en 1957 a petición del propio Pérez Calvo, y la Esperanza se presentó aún más alegre. Del estilo de este hombre han bebido los futuros vestidores tanto sevillanos como andaluces. Su principal creación ha sido utilizar la mantilla Goya de cuatro blondas. La Virgen de la Estrella estrenó este tocado, hoy clásico, en 1957. Los tocados del mayor de los Garduño rebosan ligereza, gracia y elegancia. Acentuaba de manera singular la expresión de la imagen, ya fuese de dulzura o de dolor. Despejó el óvalo de la mascarilla, el cuello y el arranque del cabello para evitar la rigidez de los planos. También rebajó la altura del pollero de las sienes a los hombros ideando la caída del manto mediante nervaduras o "aguas". En la actualidad sigue vistiendo a la Estrella, a las Tristezas y al Mayor Dolor y Traspaso.
José Garduño Navas |
También es de destacar la labor de Francisco Morillo Esteban, refinado vestidor que arregló a las Dolorosas del Dulce Nombre, Esperanza de la Trinidad, Madre de Dios de la Palma, Quinta Angustia, Gracia y Esperanza, Concepción del Silencio... desarrollando su labor a partir de los años cincuenta. Aportó el original tocado de la Virgen de la Quinta Angustia o el del Silencio, donde utilizaba dos blondas tan sólo en el pecho y una muy fina en la frente de línea recta, haciendo destacar el rostro de la imagen.
En 1962, otro inspirado vestidor, Antonio Fernández Rodríguez "Fernand", discípulo de Antonio Garduño, introduce en Sevilla el "pecho de bullones" en la Virgen de la Hiniesta, si bien, este tocado elaborado con una mantilla a base de "pellizcos" fue creado por el vestidor malagueño Rafael Alfonso García-Hidalgo algunos años atrás. Este mismo refinado vestidor crearía el tocado de tisú y puntilla de oro en su Virgen de los Dolores y Misericordia, ya en los setenta. Se puede decir que, junto a los Garduño, ha sido el gran maestro de los actuales vestidores sevillanos.
DE IZQUIERDA A DERECHA. 1) Tocado de tul creado en 1922 por Antonio Amian en la Virgen de las Aguas. 2) Tocado elaborado por las Camareras de la Virgen del Valle en la década de los 20, aunque muestra el derivado de éste por Vicente Tejero en los Dolores de San Vicente. 3) En los cincuenta, Antonio Garduño creará este tipo de tocado en la Esrella de San Jacinto, utilizando una mantilla Goya de cuatro blondas. 4) Tocado de José Garduño, triplicando el pellizco de Pérez Calvo en la Macarena. 5) Tocado de Fernando Morillo en la Esperanza de Triana con cofia de volantes prescindiendo del "rastrillo" que empleó de 1945 a 1964. 6) Tocado de rostrillo rectangular creado por Rodríguez Ojeda. 7) Tocado de Manuel Gamero con rostrillo trapezoidal. 8) Juan Manuel se inspiró en este tipo de representaciones para crear el tocado de tul, suelto y asimétrico. Detalle de la Virgen en "La adoración de los Magos" de Velázquez. 9) Antonio Amian se sirvió del tocado de Atenea en "Las Hilanderas" de Velázquez para renovar el arreglo de la Virgen de las Aguas.
EL PRESENTE Y EL FUTURO
Así llegamos a los ochenta, donde Francisco Carrera Iglesias recrea el tocado de almejilla de oro en su Virgen de los Dolores del Cerro, evocando el que la Virgen de la O luciera durante algunos años en la década de los cincuenta y sesenta. Hoy día han aparecido jóvenes vestidores con enorme ilusión y delicadeza que están sorprendiéndonos de nuevo con algunos tocados de un gusto exquisito. Varios de estos arreglos recuerdan a otros de tiempos lejanos, en una loable y bella intención de recuperar antiguas estampas, y lo que es aún mejor, dotar de esa inequívoca expresión barroca de nuestras dolorosas. Así, José Ramón Paleteiro Bellerín está consiguiendo bellísimos arreglos en las Vírgenes de la Aurora y del Rosario de Montesión. El jovencísimo Pedro Luis Bazán Gallego también destaca con los elaborados tocados para la Virgen de la Candelaria y la de los Desamparados, el primeros de ellos recordando el de bullones de "Fernand". Pero sin duda, el que mayores aportaciones está realizando al oculto arte de vestir imágenes es el aún más joven José Antonio Grande de León, bordador como Carrera y Paleteiro, al igual que lo fueron Juan Manuel y Carrasquilla. Estrenándose en Sevilla con la Dolorosa del Dulce Nombre, ha cogido el testigo de su admirado "Fernand" y en la actualidad viste a las Vírgenes del Socorro, Dolores y Misericordia, Consolación, Piedad y Caridad en su Soledad del Baratillo, Merced y Soledad de San Buenaventura. A todas ellas les imprime un toque especial muy peculiar y distinguido. Sus arreglos, siempre en consonancia con la imagen que adereza, recuerdan estilos como el que estaba en boga en el siglo XIX, con líneas rectas y elegantes, empleando tejidos muy hermosos y ricos. Especialmente bello es el arreglo que le viene haciendo a la Soledad franciscana. La imagen parece desenvolverse a la perfección con el tipo de tocado y la disposición de las manos que Grande de León le ha dado. El rostrillo, a base de tablillas, dibuja la forma de un pentágono que tiene como base el rostro de la imagen, imprimiéndole un dramatismo espectacular que parecía oculto en la talla de Gabriel de Astorga. El gesto se acentúa con la posición de las manos extendidas sobre el pecho y abrazando la corona de espinas. También muy destacables son los nuevos "aires" que este vestidor le ha dado a la Virgen de Consolación y sobre todo a la del Socorro. Muy evocador del XIX fue el tocado de líneas rectas que elaboró para la salida del 2003, enriquecido con el tejido de raso y bordados de plata.
Como podemos apreciar el arte de vestir imágenes sigue vigente y goza de muy buena salud. Se han quedado en el anonimato muchísimos vestidores. Todos se merecen el reconocimiento y la mención puesto que todos han contribuido a perpetuar este singular oficio.
NOTAS:
1. GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico: "La devoción a la Dolorosa en Sevilla(V)". ABC de Sevilla, 22-3-88, p.45.
2. GUEVARA PÉREZ, Enrique: "Una visión retrospectiva en el ornato procesional de nuestras Dolorosas". Boletín de las Cofradías de Sevilla. Febrero de 2003. Nº 528, pp. 81-84.
BIBLIOGRAFÍA:
GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel: "Imágenes de las Cofradías Sevillanas desde el Academicismo al Expresionismo Realista". Las Cofradías de Sevilla en el siglo de las crisis. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Sevilla, 1991.
MENDOZA ORDÓÑEZ, Manuel y CARRERA HERNÁNDEZ, Dolores: "El arreglo de las imágenes". Semana Santa en Málaga. Vol. III. Málaga, 1989. PALOMERO PÁRAMO, Jesús Miguel: "El arte sevillano de vestir Vírgenes". ABC de Sevilla. Sevilla, 17 al 23 de Marzo de 1985.
VV.AA.: "Los nuevos vestidores". Boletín de las Cofradías de Sevilla. Junio de 2003. Nº 532, pp. 427-429.
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